Esta semana AISS os acercamos información sobre el Síndrome de Estocolmo. Se trata de una dolencia mucho más frecuente de lo que habitualmente se conoce. En mujeres maltratadas se da con relativa frecuencia debido a la manipulación a la que se ven sometidas.
El nombre de Natscha Kampus les será fácilmente reconocible. Fue secuestrada a los diez años de edad cuando regresaba a su casa tras salir del colegio. Permaneció cautiva durante ocho años diezmada bajo el yugo de Wolfgang Priklopil. Durante aquellos años de terror, fue víctima de constantes violaciones, abusos, maltratos físicos, vejaciones y amenazas. Priklopil aprovechó la tierna edad de Natscha para ejercer de maestro y verdugo manejando a su antojo a la niña que creció oculta en su larga sombra. Cuando Natscha logró escapar, su captor decidió acabar con su vida lanzándose a las vías del tren. Ella en sus declaraciones objetó: “No lloré cuando me escapé. No había ninguna razón para estar triste. Pero para mí su muerte era innecesaria. Formaba parte de mi vida. Por eso lamento su final” y, en las próximas horas, fue a encender un vela con su nombre. Su caso quedó registrado como Síndrome de Estocolmo y Estrés Postraumático.
Otro caso patente es el de la película infantil de “La Bella y La Bestia”. Su argumento recoge el claro ejemplo de Síndrome de Estocolmo en el que ella, secuestrada por la malvada criatura cuyo trato siempre es hostil, acaba enamorándose de él. Un caso curioso que merece, cuanto menos, un buen análisis.
El origen del Síndrome de Estocolmo se remonta a 1973 y el lugar, donde se dieron los siguientes hechos, la capital de Suiza. El 23 de agosto, Jan-Erik Olsson, un delincuente de 32 años con un amplio currículo delictivo, secuestró en el banco Kreditbanken a cuatro rehenes durante seis días. Durante la reclusión se unió su ex compañero de prisión reforzando el secuestro. Durante ese periodo de cautividad, el vínculo entre los delincuentes y sus rehenes se vio reforzado de manera positiva. Y no sólo eso, si no que pasado el tiempo, los secuestrados consideraban que le debían la vida a sus secuestradores. Incluso consideraron a los policías que intervinieron en el proceso de liberación como fracción hostil de los diferentes roles que se dieron lugar.
La ciencia de la psicología encargada de desentrañar el síndrome considera que el lazo de unión se inicia cuando el secuestrador pone verbalmente en peligro la vida del cautivo. Tras reflexionar sobre el hecho, resuelve no ejecutar al cautivo. El consuelo provocado por la eliminación de amenaza de muerte aflora sobre el rehén como sentimientos de gratitud hacia el captor; no sólo le permitir seguir viviendo, si no que le devuelve la vida. Tal y como se evidenció en el caso del robo del banco de Estocolmo, esta conexión se afianza en sólo unos pocos días. Dicho acto prueba que, desde el comienzo, el afán de la víctima a sobrevivir supera esa animadversión sobre la persona que causó la situación.
Descubrir la enfermedad mental que está causando malestar y afectando colateralmente tu entorno no es tarea simple. Para ello hay que dedicar tiempo, esfuerzo y poner en práctica aquellos recursos profesionales de los que el personal se ha nutrido durante años. Y esto es exactamente lo que garantizamos en AISS. Realizamos diagnósticos específicos para ofrecer tratamientos acorde a cada persona. Queremos que los usuarios reconozcan aquello por lo que sufren sin ser estigmatizarlos. Personas que, como cualquier otra con distinta dolencia, tienen el apoyo y el respeto de la sociedad. Con la salud no se juega. No se experimenta ni se ha de esperar un minuto para ponerse en manos de los mejores especialistas; por ello, en AISS os esperamos con los brazos abiertos en nuestros pisos tutelados y con la ayuda a domicilio que ofrecemos, así como una infinidad de servicios destinados a personas con problemas de salud mental.