Vivir en primera persona o atestar un evento traumático ya sea de índole violenta como malos tratos, abusos físicos y emocionales, desastres naturales, la perdida de un ser querido, accidentes, guerras, etc., puede acarrear una afección emocional e incidir sobre nuestra salud mental.
La mayoría de personas que transitan por un periodo de aceptación tras experimentar un evento traumático logran superarlo con ayuda especializada al cabo de los próximos meses. Aquellos casos donde el trauma persiste, surge el diagnóstico de Trastorno Postraumático por Estrés, también conocido bajo las siglas PTSD (Post-Traumatic Stress Disorder); si no se trata adecuadamente puede llegar a convertirse en una dolencia crónica.
Es una enfermedad que suele aparecer tras estar expuesto a un período de desolación profunda en el que se ha padecido una situación de miedo, terror y/o anulación de los propios derechos humanos prolongada en el tiempo. Los ejemplos más frecuentes en los que este tipo trastorno aparece con bastante frecuencia es en los veteranos de guerra tras regresar de guerras o áreas conflictivas e incluso en psiquiatras y psicólogos cuya vida profesional la han dedicado al servicio de pacientes con enfermedades mentales.
Los síntomas comienzan por lo general durante los tres primeros meses tras restaurar la cotidianidad pero también aparecen algunos casos en los que brotan pasados los años, como si despertaran de un letargo. La sensación que embarga al afectado es de peligro constante incluso cuando este ya no existe. Sentirse acechado por aquello que quedó en el pasado es una emoción que transmuta en una tortuosa sombra anclada a los talones.
Esta dolencia tiene como constante el revivir una y otra vez el hecho ocurrido, algo que no sólo afecta emocionalmente, sino que se transforma en afección física con la aparición de sudores y alteración súbita del ritmo cardiaco. También lo acompañan pesadillas, como consecuencia, insomnio y pensamientos que motivan la aparición de más miedos. Cualquier palabra, tema de conversación, situación e incluso objeto puede evocar al paciente a re-experimentar el suceso traumático, por lo que la rutina se ve afectada y con ello las relaciones sociales y afectivas. A consecuencia aumenta el estrés y la irascibilidad y se reduce la capacidad de concentración y el apetito.
Los síntomas inducen a la persona a que sienta una alienación de personalidad por lo que, de manera constante, trata de alejarse de su familia y su ámbito social. Este trastorno, lamentablemente, suele rodearse de otras enfermedades como la depresión, la ansiedad y el uso desmesurado de medicamentos, drogas y/o alcohol.
Un alto porcentaje de éxito para superar un PTSD reside en la rapidez de actuación del paciente, la ayuda especializada óptima que se busque y, de manera especial, aceptar de manera positiva la reacción que emocionalmente se afrontó en el momento del trauma.
Desde AISS queremos mostrar todo nuestro respeto, cariño y apoyo tanto afectivo como profesional con estos veinte años que avalan nuestra trayectoria a aquellas personas a las que un día de manera aleatoria su vida dio un giro de 180º y tuvieron que comenzar de cero.
Nunca es demasiado tarde para pedir ayuda y, para ello, aquí estaremos a vuestro lado.