Nuestra presidenta, Ana Villota, comparte con los medios la importancia de la salud mental en el ámbito laboral.

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Por Ana Villota. Publicado en Acta Sanitaria.

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A raíz de un artículo en el Financial Times, la autora hace un repaso de situaciones vinculadas a la salud mental, con especial referencia a las medidas que están adoptando para evitar situaciones de estrés, aunque en España, dice, está en fase inicial.

Este verano el Financial Times nos ha puesto al día en un extenso artículo de dos páginas titulado “The trillion-dolar taboo: mental health at work” sobre la compleja situación de las personas con dificultades en su salud mental en el puesto de trabajo y el coste derivado que ello conlleva a las empresas y al erario público.

La situación la conocemos bien. ¿Por qué los empleados evitan explicar a sus jefes, compañeros de trabajo o al servicio médico de la empresa que están padeciendo algún tipo de síntoma o enfermedad mental? Sencillamente porque piensan que pueden ser despedidos, apartados de su responsabilidad antes o después, perder oportunidades en su carrera profesional o simplemente quedar estigmatizados en la empresa para siempre.

Costes personales y sociales

¿Y por qué los empresarios, los emprendedores, los autónomos no pueden ellos también plantearse el estado de su salud mental? Esto no lo dice el FT. Porque si fracasan en su negocio ya saben que no tendrán indemnización, que asumirán las pérdidas con sus bienes particulares, que la carga de explicaciones a la plantilla, a los bancos, a los proveedores será enorme, y que encima deberán soportar la crítica social de los familiares y amigos por no haber sabido sacar adelante su negocio.

La angustia, la depresión, problemas de sueño, el alcoholismo, la diferencia salarial por cuestión de género, por supuesto el acoso laboral, incluso tentativas de suicidio, son situaciones habituales. Algunas patologías se acrecientan si la persona ostenta puestos ejecutivos y ha de hacer frente a un posible concurso de acreedores, cierre de negocio, al impago de la deuda; o si de sus ingresos depende la estabilidad familiar, pagar el colegio de los hijos, las cuotas del coche nuevo o simplemente mantener el mismo nivel de vida que hasta ahora.

La angustia, la depresión, problemas de sueño, el alcoholismo, la diferencia salarial por cuestión de género, por supuesto el acoso laboral, incluso tentativas de suicidio, son situaciones habituales. Algunas patologías se acrecientan si la persona ostenta puestos ejecutivos

Al principio es el estrés –“overwork” o “burnout”, que dirían los ingleses-, pero la dinámica no acaba ahí. Y la cuestión es cómo parar. Cómo tomar distancia frente a esa “presión laboral”. El tema se complica si la persona es además perfeccionista, si se considera imprescindible. Y en esa carrera el coste económico para la empresa y para el servicio nacional de salud no se detiene, sólo aumenta.

La situación es dramática. En Estados Unidos el 86% del gasto sanitario está relacionado con enfermedades crónicas, aunque allí al menos al empresario se le admira por haber tomado riesgos económicos y haber dado empleo y crear riqueza, siendo hoy un país con pleno empleo y donde los trabajadores están altamente remunerados. En el Reino Unido se pierden el 57% de las jornadas laborales a consecuencia de problemas relacionados con la salud metal, un 44% relacionadas con el estrés, la depresión y la ansiedad en el trabajo. En España, no hay cifras claras, en todo caso el foco sólo contempla la situación entre los trabajadores, nunca se habla de la salud mental del empresario, del emprendedor, del autónomo que arriesga su dinero y trabaja sin horario.

Salud mental de los empleados

Más de 450 lectores del Financial Times procedentes de 43 países han respondido a una encuesta y las conclusiones son bastante claras: casi la mitad piensan que la empresa no toma en serio la salud mental de sus empleados. La encuesta, sin embargo, no aborda cómo los empresarios, emprendedores y autónomos afrontan su estrés.

Según la Organización Mundial de la Salud, 615 millones de personas padecen depresión o ansiedad, y esto equivale a una pérdida de productividad anual muy considerable. Las empresas que no tienen sistemas propios para velar por estas cuestiones tienen además mayores costes sanitarios y significativos riesgos legales.

Hay empresas que creen solucionarlo todo creando “entornos amigables” en el puesto de trabajo, por ejemplo: una cesta de frutas a libre disposición, una mesa de ping-pong, un gimnasio, una sala de relax con música new age y frases mindfulness en la pared, una línea de teléfono anónima hotline donde dejar mensajes o llanamente incrementando la cobertura de la póliza sanitaria. Pocas veces se ve a los empresarios comiendo manzanas o jugando al ping-pong.

Quienes nos dedicamos a la salud mental de los adultos sabemos que estos “parches” no resuelven el “overwork” ni los estigmas culturales que existen en el entorno laboral. Porque hoy en día se exige, directa o indirectamente, que la persona esté disponible 365 días al año, a cualquier hora, en vacaciones, los festivos… y que responda a los emails o a los whatsapps sin dilación, mejor esta tarde que mañana. De la disponibilidad día y noche del empresario o del autónomo, ya ni hablemos.

Hay ejemplos paradigmáticos que conviene reseñar, como lo hace el FT: en Alemania, Volkswagen interrumpe los servidores informáticos entre las 18:15 y las 7 de la mañana para que no se enruten emails. En Francia, la ley protege al empleado en caso de estar ilocalizable en su horario libre, aunque nada dice de los derechos del emprendedor. En el Reino Unido, Lloyds cubre la cobertura en salud mental de la plantilla hasta 50.000 libras anuales, además de formación interna en nutrición, sueño y análisis psicológico. En España, todavía estamos divagando si el empresario forma o no parte de la plantilla de su empresa. Y así vamos…

Por eso conviene hablar más de la salud mental en las empresas. Y poner el foco no sólo en cómo afecta a los trabajadores, sino también a los emprendedores. El problema es el mismo, pero el abordaje es muy distinto.

 

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