Los amores eternos

publicado en: AISS, salud mental | 0

En la vorágine de la vida marcada por las redes sociales, la falta de tiempo e incluso lo superfluo imprescindible siempre hay algo que perdura en el tiempo. Impertérrito a las modas. Algo que nos llena y despierta como si eternamente fuera primera vez nuevas emociones y a lo que reaccionados de manera personal y distinta unos de otros. No se trata de otra cosa más que el amor. Cuatro letras de caligrafía aparentemente lineal con un poder cósmico que mueve el mundo. Desde la niñez descubrimos el amor familiar, inconmensurable y protector; una fuente mágica que emana hasta el fin de nuestros días. Más tarde llega el amor de la familia que no eliges, en forma de amigos, para finalizar con el amor de la pareja, algo que hace entrada de manera inesperada abrumando y matizando cada día que lo disfrutamos. Pero, ¿y el amor de aquella persona que del mismo modo que un día apareció marchó pero su residuo emocional llena de cariño nuestra memoria?

El amor es un gran maestro lo encontramos, un viejo conocido de nuestro corazón que vive en cada uno de nosotros de manera latente. Él es un druida porque incluso cuando las circunstancias son adversas el aprendizaje que nos revela es una lección sabia, aun cuando seguimos tropezando con la misma piedra una y otra vez. Pero así es la humanidad, no nos damos por vencidos. Bien sabemos que nadie muere de amor. El tiempo de recuperación tras un desatino amoroso puede ser más pronto o tardío, pero una nueva ilusión siempre está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, hay personas con las que compartimos esa parcela indestructible que al finalizar, y por méritos propios, se quedan albergando un recodo de nuestro pensamiento, lejos de llevarse un trozo del corazón. Los buenos amores cuando desaparecen no roban de nuestro ser sino que se instalan como un reducto.


amor


Dichos amores se pueden dar en edades tempranas, ya sea el primer beso en la mejilla, o si me lo permitís, como os relataré en mi caso personal. Recuerdo ese verano con cinco años en el que conocí a mi “primer amor”. Era el hijo de un amigo de mis padres; teníamos la misma edad, él era alemán con sus típicos rasgos: pelo dorado y los ojos del color del mar. Las familias pasamos un verano entero juntos, y prácticamente al finalizarlo, una tarde jugando al escondite con el resto de niños nos escondimos debajo de la cama. El lugar perfecto para que no nos encontraran, o eso queríamos pensar. Inocentes. Recuerdo mirarnos y susurrar: “¿Quieres ser mi novio? ¡Qué utopía! Él vivía a cientos de kilómetros de mí. Sin dudarlo, chapurreando un español obtuso y lo que para mí fue precioso, me dijo: ¡SÍ Carol! Sellamos ese trato con un beso torpe y grabado en mi memoria a cámara lenta. Un acto inocente que ni siquiera sabíamos de qué se trataba. A los pocos minutos nos encontraron y perdimos el juego, pero él ya se había convertido en mi primer amor (yo siempre creí que yo en el suyo), y, lejos de sentirme perdedora, fue mi primera lección. 

El amor pude presentarse de infinitas formas. Su longevidad puede variar desde lo efímero hasta relaciones extensas. Todas guardan algún recuerdo emotivo que te hace sonreír. No obstante siempre existirá esa persona que será tu talón de Aquiles. Aquella que revolvió tu vida y te hizo ser etérea en las hondas del amor pero por causas ajenas, familiares, geográficas,.. etc., llegó a término. Una emoción que de manera irracional sigue como un recuerdo que positiva el pasado.

En AISS creemos en el amor. En las relaciones sanas que se disfrutan desde la libertad de pensamiento y obra. Creemos en las personas que nos potencian y que al fusionarnos permanecemos siendo nosotros mismo con otra visión en el campo añadida. Vivir experiencias nos enriquecen del mismo modo que fortalecen nuestra mente. Por ello, nunca dejéis de amar y apostar por ese sentimiento que baila dentro de vuestros corazones. Vivid llenos de amor porque nada ni nadie jamás podrá arrebatárnoslo.

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